lunes, 4 de octubre de 2010

Una antena en mi cara

Hoy cuando me levanté, me miré al espejo y descubrí que me salió una antena parabólica en el cachete, más comúnmente llamado “Grano”.
En el almuerzo mientras recibía los 123 canales de Direc TV con solo apuntar mi cara al sur, me acordé de una bestiada que hice en mi época de adolescente. Tendría unos 15 años y me había salido un hijo más que un grano. Mi madre, siempre sabia, me dijo que le haga tópicos con agua tibia así se bajaba la inflamación. Puse el agua a calentar y me pasé el algodoncito sobre la zona afectada. Lo que no calculé es que el agua estaba hirviendo y que no me tenía que frotar cual perro sarnoso. Hete aquí que me quedó un cráter sin piel en lugar de una pera. Lo peor es que al otro día tenía que ir al colegio. Dije que me quemé con vapor, con la plancha y varias mentiras del estilo con tal de no asumir mi estupidez.
Recuerdo también que una de las chicas se sacó con cera media ceja. No había necesidad de depilarse las cejas con cera sin ayuda, pero así y todo, la adolescente que todo lo puede, lo hizo y se quedó como Leo García.
Recuerdo también una compañera de colegio que se planchó el pelo cuando todavía estaba mojado. Es la ley número uno de la peluquería “no te plancharás el pelo mojado”. Quedó, merecidamente, como el espantapájaros del Mago de Oz.

Conclusión: el adolescente no va a pedir ayuda aunque su vida corra riesgo.

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