viernes, 19 de noviembre de 2010

Como mono con navaja

Tengo manos de manteca, las manchas me siguen, los golpes me buscan solos.
Ayer estaba vestida cual princesa de Mónaco. Cuidé mi camisa blanca inmaculada todo el día. Llegó la noche, Cris me invitó un heladito y el chocolate amargo cayó justo en mi camisita. Faltaba una hora para llegar a casa y haber cumplido el record de no manchas en camisas blancas.
Una vez rompí 3 platos hondos cuando se me resbaló nose como la pila de platos. Desde ese día me querían hacer comer en tupper de plástico.
En casa cada vez que hay algo roto o se escucha ruido de algo que se cayó me miran a mi automáticamente y mamá grita “Celeste, ¿que rompiste?.
Los vasos volcados en la mesa también son mi culpa la mayoría de las veces, lo mismo que los repasadores quemados. Es algo que no puedo controlar. Cada vez que agarro algo de las hornallas con un repasador se me prende fuego. Pero fuego fuego, con llama, humo y todo.
Cada vez que Cris me dice “tratá de no tocarme ahí que tengo lastimado”, automáticamente se lo toco. Pasa una hora y vuelve a pasar y así todo el día.
Cuando era más chica estaba tallando algo sola con una gubia (a lo que mamá no me dejaba y si me dejaba era porque ella me supervisaba) y de repente se me resbala. La gubia sacó un pedazo de la madera y continuó con la palma de mi mano. Me hice un liiiindo tajito el cual oculté para que mamá no me re cague a pedos. Hubiera necesitado puntos.
Espero no me pasen esas cosas cuando tenga hijos porque van a correr mucho peligro al lado de su madre y me van a terminar sacando la tenencia.

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