martes, 10 de agosto de 2010

Desgracias ajenas

Una noche fui con Cris a comer fondeau y a la camarera se le prendió fuego el pelo cuando trató de apagar el mechero soplándolo. Es obvio que no lo tenía que hacer, pero lo hizo y fue ahí cuando no pude evitar reírme.
Una desgracia ajena es para reírse, está aceptado socialmente.
Soy de las personas que se mueren de la risa cuando a alguien le pasa algo y muchas veces soy también la persona de la cual se ríe toda la cuadra.
Una vez íbamos con Cris en el colectivo y una señora se le cayo arriba y le tocó (sin querer) sus partes más íntimas. Casi muero de la risa, la pobre señora, a parte de estar golpeada por todos lados, estaba súper avergonzada por lo que había pasado y no podía dejar de pedir perdón. ¿Y no me iba a reír?, ¡vamos!
A una amiga una vez le explotó el horno en la cara, la pasó re mal, pero cada vez que lo recordamos me río con más ganas.
Personalmente he sido protagonista de muchos episodios desgraciados, entre ellos caerme de rodillas a la calle desde arriba del bondi,¡si!, desde arriba del bondi, caerme (también de rodillas) en la rampa para subir a tomarme el colectivo en la panamericana (rallando mis amadas botas), caerme de una hamaca en movimiento, resbalarme en el campus de la facu la primer semana de clases frente a 100 personas, etc, etc.
Ustedes también se hubieran reído.

¿No les pasa que cuando ven algo así pasa en cámara lenta? Es increíble. Un plano detalle que va cuadro por cuadro, como en las películas de Spilberg.
Ves pasar el momento en cámara lenta y no podes hacer absolutamente nada, tus reflejos están petrificados, servís solo para espectar y reírte.
Anécdotas que se repiten en cada juntada con amigas como si nunca las hubiéramos escuchado o contado.
Gloriosos sean esos momentos.

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